La pandemia nos ha enseñado a identificar lo esencial y a descartar lo que no lo es. Si la sociedad está abrazando una nueva normalidad con la que vertebrarse y alcanzar una vida más plena, sostenible, equilibrada y justa, ¿por qué no trasladar este concepto a la menstruación?
La menstruación es un fenómeno fisiológico, natural, necesario y saludable por el que transita la mitad de la población durante una etapa larga de su vida. Lo hace una vez cada mes y como culminación de un ciclo complejo e increíble: el ciclo menstrual.
Sin embargo, la sociedad, en lugar de integrar la menstruación en el calendario, la ha degradado como una anomalía. Como ‘esos días del mes’ cuyo nombre no puedo pronunciar si no estoy con amigas o con otras mujeres.
Aún hoy arrastramos una menstruación que no se vive de forma plena, sino que se padece y queda rezagada a un trámite que atajar de forma urgente y sin cuestionar el proceso más allá del sangrado que, para más inri, el mercado ha alterado cromáticamente hasta convertirlo en algo azul.
Es el momento de entender la menstruación desde dentro: desde su esencia. ¿Qué sucede? ¿Por qué nos sucede? ¿Qué necesita mi cuerpo? Dejar fuera los ‘mantras’ que nos han llevado durante años a reducir la menstruación a un accidente cuyo rastro es mejor reducir a la mínima expresión con soluciones de plástico que atentan contra su propia naturaleza.
La nueva normalidad es, en definitiva, una oportunidad perfecta para cuestionar cómo vivimos y cómo expresamos todo lo que la menstruación y, por extensión, el ciclo menstrual nos hace sentir. No es perfecto, no es fácil, pero sigue siendo bello, inconmensurable y absolutamente natural. Es el momento de la ‘nueva normalidad menstrual’.