Es un ejemplo que ilustra que cualquier alteración, por muy leve o temporal que sea, siempre viene acompañada de algún cambio. Acción, reacción. Y la llegada del frío no es un ninguna excepción. Es de hecho, un cambio fuerte y brusco que no solo afecta a nuestro armario y nuestro sueño: también afecta a nuestra menstruación. El sol, la temperatura, la humedad, la precipitaciones, el viento, la presión atmosférica… El ciclo menstrual no es ajeno a estos factores y manifiesta diferencias según las estaciones.
La más evidente es que el calor es un factor vasodilatador de la sangre, por lo que es fácil deducir que a más calor, la menstruación sea más abundante y menos dolorosa. Por el contrario, las bajas temperaturas pueden reducir la cantidad de sangre pero, al mismo tiempo, incrementar la intensidad. También hay estudios ponen de relieve que otoño es una de las estaciones en las que el estado de ánimo más se resiente: cambios bruscos de temperatura que pueden intensificar los síntomas premenstruales.
En definitiva, si el clima afecta a los ciclos naturales, el menstrual no iba a ser una excepción. Sea como sea, ser conscientes de los cambios, de por qué se producen y cómo nos afectan, es el mejor aliado para saber identificar los síntomas, sin alarmas y sí con mucha naturalidad. Y para ser conscientes de los cambios que acompañan nuestro ciclo, no lo dudes: www.mujerciclica.com