Lo primero que no debes olvidar está en tus manos. Y son ellas mismas, pues son el principal ‘atajo’ que tiene nuestro cuerpo para transmitir infecciones y bacterias. Primera lección: antes de ponerte un tampón, lávate siempre las manos con agua y jabón para evitar que puedan entrar en tu cuerpo microbios y otras sustancias no deseadas.
En segundo lugar, una lección tan o más importante que la primera. Debemos usar un tampón de capacidad adecuada a nuestro flujo menstrual. Además, si podemos adaptar esta capacidad a la intensidad de flujo durante los días de la menstruación mejor que mejor. De hecho, como especialistas, siempre recomendamos utilizar un flujo algo menor.
Por último, otro mantra que debemos repetirnos: cambiar el tampón de manera regular pasadas unas 4 horas y nunca superar las 8 horas, algo que desaconsejamos. Lo ideal es utilizar un flujo inferior y aumentar la frecuencia de cambio. De esta manera cumplimos con las premisas dos y tres a la vez. Ya lo apuntábamos en el anterior post, desconfía de la súper absorción. El algodón natural es el mejor componente para estar en contacto con tu piel y no necesita ser alterado para asegurar una buena absorción del flujo menstrual.
Aunque parezcan recomendaciones muy obvias, es importante que las tengamos siempre presentes y más en estos meses en los que, lógicamente, aumenta el consumo de tampones.