Pese a que el titular puede parecer una obviedad, no lo es si partimos de una premisa básica para entender su importancia: no es lo mismo hidratarse que beber agua. Hidratarse significa mantener una correcta proporción de ella en nuestro organismo y, además de beber agua, existen otras maneras de velar por una correcta hidratación.
¿Qué?
Somos agua. En concreto, somos hasta un 60% agua. A lo largo del día existe una constante pérdida de ésta. Por ejemplo, cuando practicamos ejercicio, sudamos u orinamos. El agua va y viene. Por eso, es tan importante asegurar una correcta cantidad de agua en nuestro organismo para mantener su osmolaridad (concentración). Es decir, ¡para que todo vaya bien!
¿Quién?
Todos. Pero especialmente debemos prestar atención a niños y mayores ya que la sensación de sed disminuye con la edad y debemos estar atentos a sus necesidades, sobre todo si el ‘calor aprieta’.
¿Cuánto?
Según la mayoría de expertos, debemos beber al menos dos litros de líquido diarios (a excepción de embarazas y deportistas, cuyo consumo debe ser mayor). Del volumen total, algo menos de la mitad debe provenir de los alimentos ingeridos, sobre todo frutas y verduras. Y la otra mitad, como no puede ser de otra manera, debe ser agua u otras bebidas cuyo ingrediente principal sea el agua, como infusiones o caldos. En la práctica, estamos hablando de ocho vasos de líquidos diarios.