En primer lugar, porque pasamos más tiempo dentro del agua, o fuera de ella pero con el bañador o bikini húmedo, sin contar con altas temperaturas que no dan ni un respiro en prácticamente ningún rincón de la geografía.
En segundo lugar, porque el verano es un momento del año en el también aumentan las relaciones sexuales. Más tiempo libre, más tiempo para ocio… Aunque, ojo, no es que las relaciones sexuales causen cistitis, pero sí que tras producirse puede darse un traspaso de bacterias que afecta especialmente a las mujeres.
En tercer lugar, porque el verano dinamita nuestras rutinas: cambio de horarios, de temperatura, de agua, de comidas que pueden llevar más condimentos o ser más picantes, viajes, aumento del consumo de alcohol, etc. Un cambio de ritmo que puede alterar también el sistema inmunitario y hacerlo más vulnerable hacia infecciones como la cistitis.
Los datos que sostienen la teoría de que el verano y la cistitis ‘van de la mano’ no dejan lugar a dudas. De las personas que sufren cistitis, el 60% la tienen en verano según datos del Centro de Investigación sobre Fitoterapia (INFITO) que, junto con el Centro de Información de la Cistitis han editado el informe ‘Cistitis y verano’ que además ejerce de guía para advertir sobre la importancia de seguir una serie de medidas higiénico-dietéticas para prevenir su aparición, sobre todo en los casos de cistitis recurrentes.
Recuerda que los síntomas que indican que se puede padecer una infección urinaria en las vías urinarias bajas son el dolor o escozor al orinar, el aumento del número de micciones o polaquiuria, la urgencia miccional y presión en la parte inferior de la pelvis.