Hoy es el Día de la Menopausia, un proceso por el que pasan todas las mujeres entre los 45 y 55 años aproximadamente y cuyo principio y fin más básico es la retirada del periodo menstrual. Es decir, el fin de la época fértil de la mujer. Pero en este proceso, como en tantos otros, el fin no es el fin, sino que puede (y debe) ser un nuevo principio.
La OMS define la menopausia como “el cese permanente de la menstruación, determinado de manera retrospectiva, después de doce meses consecutivos de amenorrea, sin causa patológica”. Los primeros síntomas de la menopausia son reglas irregulares, dificultad para realizar la digestión, hinchazón e insomnio. A ellos se suman la sequedad de la piel, los dolores de cabeza y los cambios constantes de la temperatura corporal. Esto en teoría.
En la práctica, el cuerpo de la mujer deja de producir estrógenos y se reduce la progesterona, principal hormona reproductiva, dando como resultado el cese del periodo menstrual. La retirada de la regla, es cierto, ha sido sinónimo de preocupación y alternaciones físicas y psicológicas. Estas últimas, asociadas muy seguramente a la aparición de sofocos, cambios de humor, aumento de peso, agotamiento y pérdida de lívido, entre otros síntomas.