Una alergia es, en resumen, una respuesta inmunológica o defensiva frente a una sustancia que, por norma general, no provoca ningún tipo de reacción en la mayoría de las personas. ¿Cuál es esta sustancia? En su mayor parte, el polen, la partícula que emiten las plantas con flor masculinas para fecundar a las femeninas. Con la llegada de los días más cálidos y largos, se produce la ‘fiesta’ de la polinización, donde una sola planta produce miles de granos de polen. Y si a esa fiesta acuden la contaminación y el polvo en suspensión, la ‘diversión’ está asegurada.
En España, el polen de las gramíneas es el responsable de la inmensa mayoría de las alergias primaverales. Su aparición puede provocar problemas de respiración, tos, mucosidad, lagrimeo, congestión nasal y en ocasiones cansancio. Para hacer frente a estos síntomas, el tratamiento más habitual son los antihistamínicos (siempre bajo prescripción médica profesional), aunque a menudo pueden tener efectos secundarios como la somnolencia.
Sin embargo, existen hábitos y rutinas que nos pueden ayudar a mantener un poco a raya las alergias típicas de la primavera. Por ejemplo, algo tan sencillo y beneficioso como beber abundante agua puede favorecer la eliminación de la mucosidad. También se recomienda seguir una alimentación rica en productos frescos, con alto contenido hídrico, como las frutas y las hortalizas. Éstas aportan vitamina C y contribuyen al funcionamiento normal del sistema inmunológico. Por último y no menos importante: mantén tu casa limpia y ventilada y lava semanalmente tu ropa de cama, como sábanas, fundas de almohadas y cualquier tela que cubra sofás o grandes superficies.